Todo tiene un límite. O así debería ser.
___A propósito de Irrational man___
El talento es cruel y la creatividad traicionera. El primero no se manifiesta siempre con la intensidad con la que a uno le gustaría. La segunda no acude siempre que se la llama. Parece ser más bien al contrario. Cuanto más forzamos la máquina de la creación, más se resiste la mala pécora a funcionar correctamente. Aun así, exigimos a los artistas/creadores el mismo ingenio y talento en cada obra. Y cuanto más conoces sus capacidades, más esperas. Por eso, los amantes de Woody Allen somos el peor público del director. O al menos, así debería ser. Sabemos de lo que es capaz y no le pasamos ni una. O así debería ser. Esperamos cada nueva película como agua de mayo y la analizamos con el ojo escudriñador de microcirujano narrativo del más insaciable de los espectadores.

Sobra decir que me considero una fan absoluta del director. He visto y revisado varias veces su filmografía completa (o casi completa). Me fascina su humor negro, la ironía con la que cual se expresan sus personajes, el sarcasmo que inunda todo; el cinismo con el que saca expone sus propios monstruos, demonios y fantasmas, con los que me identifico fuertemente en la mayoría de los casos. Es un maestro de la reflexión filosófica aterrizada en la experiencia mundana; un prodigio de los diálogos que abarrotan escenas en las que aparentemente no pasa nada o, por el contrario, un malabarista del caos cuando todo sucede a la vez. Sus personajes masculinos me fascinan, me atraen, me seducen y me enamoran. Por desgracia para mí, no solo en la pantalla, sino también en la vida real, con lo cual el lector se podrá hacer una idea de la clase de impresentables y tarados que han pasado por mi vida. A ellas, Allen, igual que yo, las prefiere fuertes, independientes, inteligentes, de las que lo ponen difícil. Pero igual que ocurre en la vida real, esa combinación de personajes hombre-mujer es explosiva. Por eso, el sexo, el amor y la vida que orbita alrededor de este universo de dos son temas recurrentes en la filmografía del director. Al igual que el existencialismo, el judaísmo, la creatividad, el talento, la literatura, el jazz, el cine, la magia y todas las demás filias y fobias (más bien lo segundo) del señor Woody Allen. El resultado de este mix temático es, más que una creación audiovisual de ficción, un ensayo sobre la vida, una reflexión sobre lo más complejo del ser humano desde la óptica más simple; una divertida forma de lamer las heridas y de sanarlas (en cierto modo). Hay un poquito de Allen en cada uno de sus personajes masculinos. Y un poquito de sus amantes, platónicas o no, en cada una de las chicas de Woody.

Pero llega un momento en el que ya no hay nada más que decir. Pocas cosas nos quedan por saber de Woody Allen a sus 81 años y tras aproximadamente 50 películas que funcionan como fragmentitos de su coco y pedacitos de su ser. Posiblemente, desde Match Point y el inicio de su tour europeo, cada una de sus películas ha sido puesta en cuestión. Haciendo un balance absolutamente personal y subjetivo, a excepción de Si la cosa funciona y Blue Jasmine, todo lo demás (y no me refiero a la cinta, una de mis preferidas, por cierto), me parece anecdótico, prescindible, fútil, vacuo. Ya sé que Media noche en París gustó. A mí no ha conseguido seducirme. En cambio, Vicky Cristina Barcelona, que es una de las más odiadas, a mí me parece interesante. Irrational man es una cinta suave, divertida y chisposa, pero que carece de la magia o la trascendencia de otros títulos anteriores y que en cambio nos viene a contar más de lo mismo. Trabaja en la línea de la dudosa moralidad de Match Point, la cual a su vez ya bebía de Delitos y faltas; esconde cierta similitud detectivesca con Misterioso asesinato en Manhattan, pero con el poco acierto de Scoop. Dotan de intención y convencimiento a esta propuesta narrativamente menor un Joaquin Phoenix, como siempre, delicioso; y una Emma Stone menos enigmática que en Magia a la luz de la luna, pero real y cercana. Visto así, el conjunto podría sugerirnos un acierto, un golazo, pero hay algo en la ligereza con la que se presenta la trama que nos deja indiferentes. Sin duda, Allen sigue siendo un maestro en la construcción de personajes y su universo. Cada detalle nos susurra un poquito de estos. El problema es que son viejos conocidos, con conflictos que ya contados, con historias que no golpean tan fuerte como lo hicieron la primera vez.

No es menos fan de Woody Allen el que lo critica, el que le pide más, el que exige una originalidad que ya brilla por su ausencia. Es más bien al contrario, queridos, es un regalo poder decir, me rindo, ya lo has contado todo, has vaciado tu alma en cada plano, conocemos cada centímetro de tu problemática sesera. Nadie dejará de ser menos cinéfilo por decir, esta película no me termina. O al menos, así debería ser.
*Artículo publicado en Cartelera Turia en octubre de 2015.

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Así se habla. Un limón sólo se exprime una vez