Magia infinita

___Interstellar___

Cuando era una niña, mi padre me contaba la bonita historia del universo. Intentaba transmitirme su grandeza, trataba de hacerme entender su cualidad infinita. Conceptos tan desconocidos como abrumadores para una cría, por muy curiosa que fuera. La sola idea de imaginar un espacio sin fin me encogía el estómago y me estrujaba el corazón. ¿Era aquello posible? Al final, siempre terminaba por suplicarle que detuviera sus explicaciones, pues se me tornaban retorcidas e inabarcables, no porque los relatos de mi pobre padre lo fueran, sino porque mi pequeña mente no podía procesar tamaña concepción. Hoy, años después, sigo sin entender nada en absoluto. Elegí ser una mujer de letras y la ciencia se me antoja complejísima y ajena. Aun así, sigue fascinándome tanto como cuando mi padre me la relataba en forma de cuento oscuro y silencioso.

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Con Inerstellar pasa lo mismo. Nolan nos arropa durante tres horas con una historia preciosa entre un padre y una hija. Es un film increíble, embelesador y lleno de magia, porque a pesar de que se imponga la razón, se trata de una ciencia tan pura y perfecta que casi parece el truco final del mejor de los ilusionistas. La película plantea un futuro no muy lejano. Uno en el que los seres humanos ya no pueden respirar la atmósfera que durante años se han encargado de contaminar. La tierra que tiempo atrás los alimentó, ahora está seca, estéril. Todo lo cubre el polvo de la decadencia. La necesidad de buscar alternativas planetarias se impone, ya no como una bonita utopía o como metáfora del inagotable afán de conocimiento humano, sino como una inexorable necesidad. Hay que abandonar la Tierra. Interstellar es una película de ciencia ficción, aunque la ficción aparece en los detalles, en las sutilezas, licencias literarias que reman en favor de una bonita historia. Pero en esta película, por encima de todo, prima la ciencia, concretamente la teoría de la relatividad y la física cuántica, dos disciplinas que funcionan perfectamente en solitario pero que son incapaces de cooperar la una con la otra. He ahí el eje central del film.

En los últimos años, la ciencia ha avanzado tanto que el género de ciencia ficción se ha convertido más que en un ejercicio de imaginación, en una premonición de nuestro futuro más o menos cercano. Aunque eso sí, muy a nuestro pesar, los coches siguen sin volar. En Interstellar ciencia y ficción se unen a la perfección para ofrecer un espectáculo visual realista y fundamentado pero, sobre todo, una hipótesis, una incógnita sin resolver y una clara invitación a la reflexión. La comunidad científica, en mayor o menor medida, ha alabado el rigor de la cinta. Contiene errores, pero sobresalen los aciertos. De lo que no hay duda es que no ha faltado el asesoramiento y la labor de documentación. El reputado científico Kip Thorne trabajó codo con codo con los hermanos Nolan para que la historia fuera consistente y lo más cercana posible a la realidad científica. Eso sí, el propio director admitió haberse tomado la libertad de modificar ciertos aspectos para favorecer la narrativa del film. No nos olvidemos que estamos ante una obra de ficción, no frente a un ensayo o un trabajo de investigación. El resultado, bajo mi punto de vista de mera espectadora sin conocimientos de física cuántica, es sensacional.

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Y eso es porque, sin lugar a dudas, para los no entendidos como yo, lo que suscita la película es un enorme interrogante en nuestras pequeñas cabecitas. ¿Qué conocemos realmente del espacio y el tiempo en el que vivimos? ¿Acaso no es todo relativo? Cuando era pequeña me resultaba imposible entender el concepto de espacio o vacío infinito (todavía me resulta complejo) y ahora, nuestra propia existencia, cuando menos, me parece inquietante. ¿Qué somos, qué hacemos aquí? ¿Por qué la humanidad tiene cada vez más conocimiento sobre estos misterios? ¿Con qué objetivo? ¿Por qué tenemos semejante privilegio y tal protagonismo? Quizá la respuesta solo sea que nos hemos embriagado con nuestro propio egocentrismo y hemos terminado por olvidar que solo somos una insignificante mota de polvo dentro de la inmensidad inescrutable que es el universo. No me creo que seamos el centro de algo tan complejo y desconocido. Es imposible que no haya otros planetas como el nuestro, otras galaxias similares, otros seres vivos sintiéndose los reyes del mundo  sin saber que ya hay quien ostenta ese título. Cada vez que analizo fríamente nuestra presencia en el universo, de un modo minucioso y carente de todo atisbo emocional, algo dentro de mí se torna hielo y me invade la angustia. ¿Qué hago aquí? ¿Qué sentido tiene todo lo que me rodea? Cuando caigo en estas cavilaciones no puedo sino obligarme a entretenerme con algo completamente mundano, algo que me distraiga y me devuelva a mi condición de mera humana urbanita absorta en problemas vacuos del siglo XXI. Así que mejor hablemos de Podemos.

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Mientras el universo sigue con su inmensidad y sus misterios, ajeno a nuestra incansable búsqueda de respuestas, hay humanos ensimismados consigo mismos que se dan palmaditas en la espalda en forma de buenas películas que intentan explicar su propia existencia y sentido. Qué enorme paradoja pero qué necesario es detener nuestra contaminada mente para dedicarle unos minutos a lo relativo de nuestro ser. Aunque solo sea una paja de humano embobado con su propia especie, qué gran película.

Dedicado a mi Cooper particular.

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